jueves, 27 de setiembre de 2007

Bisuteria con transfondo moral

Bisutería con trasfondo moral
 
27/09/2007
 
Director competente en el terreno del cine de acción digitalizado, basta con recordar En honor a la verdad o El último samurai,Edward Zwick,sin embargo,encalla y resulta superficial cuando pretende captar el universo interior, plasmando emociones al margen del puro espectáculo visual. Es lo que acontece en Diamante de sangre,en parte debido a un guión que recopila arquetipos del género de aventuras en escenarios exóticos. No faltan la figura del buen salvaje (Djimou Hounsou) o del traficante sin escrúpulos (Leonardo DiCaprio), nacido en la antigua Rhodesia y que, enfrentado a una situación límite, verá aflorar su hasta entonces ignota bondad natural. También transita el personaje de la reportera ambiciosa (Jennifer Connelly), dispuesta a todo con tal de obtener la foto o la información que le reporte el Pulitzer.

Diamante de sangre,como se sabe, está ambientada en Sierra Leona, primera colonia británica en África, que a partir de su independencia viviría sangrientos conflictos fratricidas. También el expolio occidental de los recursos naturales de África, aquí los yacimientos fluviales de diamantes, sin olvidar el horripilante tema de los niños soldados: robots aleccionados para la matanza indiscriminada. Es el telón de fondo de una película que se evade por derroteros más comerciales.

Como afirma la propia reportera de ficción, en un diálogo ciertamente cáustico, ésos son temas que, una vez disipado el impacto inicial de la noticia, sólo merecen que "las televisiones les dediquen un minuto entre los deportes y el tiempo".

La película de Edward Zwick utiliza un fondo de hondo calado moral (lo que ya es mucho en el escapista Hollywood actual) para adornar una historia de acción que dilapida sus buenas intenciones en la denuncia de la exportación ilegal de diamantes procedentes del esclavismo y el oprobio. No hay apuntes concretos sobre la situación política de Sierra Leona. Sólo reiterativas secuencias sobre la violencia imperante, en una película de dilatado metraje y que suma hasta cuatro finales que resultan no serlo, en el afán de alargar una serie de estereotipos.

Puede que sea la guinda involuntaria de Hollywood a una película que dilapida sus afanes de denuncia, pero resulta que el africano Djimou Hounsou ha obtenido por su trabajo una segunda candidatura al Oscar (la primera fue por En América)como actor de reparto, cuando su personaje tiene idéntico relieve que el de Leonardo DiCaprio, aspirante como protagonista.
 



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